Érase una vez un joven cansado de la burocracia empresarial que decidió emprender (por que ahora le llaman así), y armar su propio negocio. Ésta es la historia de su taguarita, pulpería, quincalla, bodega.
Arrancar una empresa en Venezuela, si bien no es difícil, raya en lo absurdo a la hora de declararse como contribuyente jurídico, la burocracia que azota cada uno de los registros mercantiles es tal, que más de una vez estuve tentado a simplemente trabajar al margen de la ley para no tener que lidiar con los entes administrativos. Pero pudo más el gen de buen ciudadano que el de la viveza criolla (algún día les contaré como lo extirpé de mi ser)
Todo empezó un 31 de Octubre (¡Halloween!) salgo de una compañía que si bien estaba muy bien estructurada, después de un par de recortes se llenó de personas que empezaron a creerse los cargos más allá del trabajo que tenían que hacer. En noviembre de ese año me hicieron mi documento constitutivo y empieza la crónica de lo que posiblemente sea la última vez que intento hacer algo contra un ente gubernamental.
Dice mi madre, que dicen que dice el refrán que la lengua es el castigo del cuerpo. Yo lo comprobé en alma propia. El nombre, que probablemente sea con el que te quedes por el resto de tus días, ha de ser algo interesante, que te defina, y que sea sencillo al mismo tiempo. No puedes hacer nada acerca del nombre que te ponen tus padres (¡Ay Ponciano Venancio de la Cruz!) pero el de tu empresa lo pones tu. O eso te hacen creer; Lo primero es buscarlo, tienes que escribir tres opciones: El que me gusta, El que será si no hay el que me gusta, y el bueno si no queda de otra, en sus distintas combinaciones y permutas con números letras. Yo siempre he tenido una fijación con las valquirias de la mitología nórdica, así que, ¿qué mejor que ponerle ese nombre de doncella guerrera colectora de almas? Walkyrie. Sencillo. al punto. Perfecto para hacer un logo intimidante y moderno.
La tendedera, tenía una idea muy diferente a la mía, y decidió por mi (¡!) que ese nombre no decía nada y que era muy simple (¡!) y que debía modificarlo o incluirle letras números y demás. Finalmente decidió de nuevo y por mi, que debería llamarse Walkyrie Soluciones 2012.
“¿Walkyrie Soluciones 2012?” le pregunté a la abogado por teléfono “¿Qué clase de nombre tan de taguara, pulpería, quincalla o bodega es ese? No no, dejame pensarlo”
Y a pensar me puse. La tendedera en su sapiencia magnífica y omnisciente sobre el mundo de la ingeniería de software, le ha dicho al abogado que el nombre tiene que describir que hace la compañía (¡!) o no lo iban a dejar pasar. ¿No se supone que para eso es la descripción? Vale vale. Continuo.
Pensé registrarlo de una manera, y generar una marca comercial al mejor estilo de franquicia, pero recordé lo terrible que es registrar una patente y su franquicia, y decidí simplemente cambiar el nombre. Walkyrie no es una palabra que sea muy caribe que digamos, de hecho, no es para nada latina (o maleable y amoldable al caribe). Es una palabra nórdica que viene en la Prosa Eda y bueno. De Vikingos y Dragones. Pensar en pegarle cualquier cosa al final suena brusco y forzado, por ejemplo: Walkyrie Soluciones suena anticuado y sobre usado; Walkyrie Sistemas suena a que fue lo primero que se me ocurrió y le pegue un sistemas al final para que la gente supiera que hago sistemas (Hago sistemas si, no significa que tengo que ponerlo en el nombre); Walkyrie [Año significativo, siglas, letras, cualquier cosa que se te ocurra], como Walkyrie 2012, o Walkyrie LR 2013 (Más pavoso y probablemente empiecen las plagas egipcias) sonaba aún peor, ahí sí pensé en ponerme mi gorrito de chicha y mudarme a la parada de autobuses cerca de mi casa.
Y de repente como si de una epifania se tratara (de estás tengo muchas) lo vi, Walkyrie Software. sin embargo mi mayor temor era que dos palabras en inglés podrían confundir de forma inexplicable a la nada amable señora que atendía en la notaría. Documentos en mano, me dirigí entonces a la notaría de la Avenida Andrés Bello en Caracas, y empieza el verdadero sufrimiento. Las notarías quedan en un sótano, que es solo sótano para los que piensan hacer trámites allí, y la entrada está algo llena de gente, el aire acondicionado no sirve, y hay poco o nada de información en ningún lado, hay que preguntar, y cada persona te da una respuesta diferente salvajemente opuesta a las demás.
La tendedera (¿les comenté que no es nada amable?) no respondió los buenos días, de mi más genuina educación, recibió los documentos y no pude evitar detallar: Collar de Animal Print de leopardo, con una chaqueta de jean de Animal Print de Leopardo, con licras hasta las tobillos de Animal Print de Leopardo que revelaban su nada escultural figura, y por supuesto no podía dejar de tener unos zancos de plataforma forrados en piel de leopardo aterciopelada. Es como si estuviera disfrazada de carnaval en diciembre. Me hizo unas señas y por supuesto, despistado yo a la enésima potencia, le pregunté por entre las rendijas de aquel vidrio amarillento “Disculpe, no la escuche” por supuesto no había dicho palabra alguna “Ay mi jamorjm, échate para allá mientras esperas que ajora te llamojn” (Sic)
Durante 1 hora estuve parado observando el panorama, mientras el calor sofocante agobiaba todas y cada una de las ideas que surgían en mi consciente, por que sinceramente estaba muy consciente de lo que me estaba pasando ¿Será que los gestores les gusta estar metidos aquí? ¿Será que les produce un placer morboso ver a la mujer vestida de Animal Print de Leopardo? ¿Que hace esa señora con ese cuello de tortuga y una chaqueta a ésta hora de la mañana y con este calor intenso?
Dos personas detrás de mi, una mujer de unos veintitantos años, con los senos claramente operados más allá de lo que podría ser la tensión normal de la piel, mostraba su escote exagerado, mientras los hombres a mi alrededor la bañaban en alabanzas, mimos y detalles, uno se ofreció a irle a comprar un jugo de pera y unas galletas, y salió disparado mientras aquella mujer se aprovechaba total y descarada de la situación. Lamentandolo mucho por ella, solo sintió el frío escozor de mi silencio, ya que para mi, un cuerpo bonito tiene que tener un cerebro que lo respalde, o es simplemente un maniquí. Cuestión de gusto personal supongo. ¡Y vaya que conversaciones! eran tan vacuas como un tanque de oxígeno vacío. Sentí que mis dendritas cometían suicidio colectivo con tal de no tener que seguir escuchando aquella sarta de sandeces sin sentido.
Finalmente la mujer leopardo salió de su escondite burocrático, y me envió a hacer otra fila para firmar lo que acaba de recibir, dos oficinas más allá. Pensé que esto no tendría fin, ya había perdido la mañana, buena parte de la tarde, y sin ganas de hacer nada por el resto del día con un hambre atroz; La burócrata encargada de llamar a las personas carecía de una forma de amplificar su fantasmal voz, que entre la cháchara de lo terrible que está el gobierno y las miradas a la chica de los senos operados, se perdía totalmente en el barullo de los que esperaban y conversaban casi gritando para escucharse por encima de la cacofonía pueblerina digna de los salones de espera.
30 minutos después escuché mi nombre por casualidad de la vida, firme mis papeles y salí nuevamente al caos del medio día de la ciudad jurando que si podía evitarlo, no volvería a una notaría mercantil en Venezuela.
Y es así como nació Walkyrie Software, la taguara, pulpería, quincalla o bodega con cualquier otro nombre.
Bravery is the capacity to perform properly even when scared half to death.
Omar N. Bradley
You must be logged in to post a comment.