Clara Rodríguez tocaba el piano ese día 265, por una cabeza, un tango interpretado por Carlos Gardel y escrito por Antonio Lepera, hermosa composición argentina que había escuchado en algún momento de mi infancia, en un radio AM destartalado en alguna barberia en la Urdaneta, cerca de donde quedaba el antiguo Banco Internacional, donde trabaja mi padre hace ya más de 21 años. Tendría yo como 8 años o menos, y recuerdo que el barbero, un italiano con el cabello blanco como el que más, me cortaba el cabello con tijeras, aún no tenía el desorden del presente, si no algo mucho más manejable y peinable.
Y sin embargo la canción se quedó conmigo todos estos años, hasta el día 265, hace ya más de 1700 días en el pasado, quizás más, cuando la escuche nuevamente, pero solo un piano de cola negro, la sala más grande del Teresa Carreño y quien se convertiría por un buen rato en mi copiloto de este auto de Rally que llamo vida.
Se convirtió en una suerte de soundtrack y quizás fue el génesis absoluto de esta idea, de llevar un diario con música de todo lo que sucede a mi alrededor. Hoy simplemente la dejo rodar y que la aguja acaricie el acetato mientras Gardel canta y nos hace vivir.
Por una cabeza
de un noble potrillo
que justo en la raya
afloja al llegar,
y que al regresar
parece decir:
No olvidéis, hermano,
vos sabés, no hay que jugar.
Por una cabeza,
metejón de un día
de aquella coqueta
y risueña mujer,
que al jurar sonriendo
el amor que está mintiendo,
quema en una hoguera
todo mi querer.
Loss is nothing else but change, and change is Nature’s delight
Marcus Aurelius