Por una cabeza,
todas las locuras.
Su boca que besa,
borra la tristeza,
calma la amargura
La primera vez que escuche este tango argentino interpretado por Carlos Gardel y compuesto por Alfredo Le Pera en 1935, en un radio AM destartalado, solo podía preguntarme “¿Qué es lo que escucho? No comprendo” por supuesto cuestionaba la inocencia de un niño de 8-9 años incapaz de comprender el dolor que puede tener una canción. Vivía sin preocupaciones, para mi la vida era sentarme frente a mi SuperNES/Genesis y dejar que la vida pasara alrededor de mi. Quizás leer un libro, o ayudar a mi mamá a cocinar (o pretender que la ayudaba).
Sin embargo la ambivalencia de mi universo adolescente siempre estuvo allí, mientras escuchaba Pantera, Pink Floyd, Los Beatles, Led Zeppelin, Queen y algo de rock más pesado y oscuro de latitudes nórdicas, mi mente siempre se sintió atraída a ese sonido extraño y ajeno del tango del radio AM. Sin embargo nunca investigue sobre el tema, ni trate de aumentar mi colección. A esa banda sonora extraña debo agregar los Boleros de los años 50 en Caracas abanderado por Felipe Pirela y Alfredo Sadel, y por supuesto ese gran cantante que es Daniel Santos, capaz de voltearle el día a cualquiera por más feliz que esté.
Siempre me pregunté con mucho curiosidad si algún día me sentiría como el autor e intérprete de ese tema. Siempre pensé que el día que consiguiera a alguien con quien compartir mi universo duraría para siempre y sería como mis abuelos que duraron más de 50 años casados hasta que la muerte los separó momentáneamente. Por supuesto el universo no tardaría en demostrarme lo terrible que puede ser sentirse así. Y definitivamente es muy diferente escuchar esta composición estando feliz que estando un tilín triste por alguien más.
El tiempo jamás pasa en vano, y mucho menos se devuelve, y llegó el día en que este tema por casualidad del destino se convirtió en la pieza que me dió el fruto de una relación, que quizás no fue la mejor, y que quizás nunca llegó a madurar a la estabilidad que me hubiese gustado que tuviera, pero era el soundtrack que teníamos ella y yo desde el primer día que la conocí.
Fue entonces cuando entendí el tema, fue cuando vi todos los matices, todas las formas, cada línea, podía sentirme identificado en el momento justo y podía visualizar cada nota en el aire. Era un sentimiento encontrado, porque la canción es realmente triste, pero yo estaba realmente feliz. Y sin embargo podía ver con claridad que quizás las mejores canciones del mundo, han sido escritas una vez tu corazón ha sido desmembrado en mil pedacitos y deja de tener el valor de intentarlo una vez más.
Por una cabeza,
si ella me olvida
qué importa perderme
mil veces la vida,
para qué vivir.
Pero siempre hay que intentarlo una vez más, aunque los pies de plomo pesen, y el alma duela, una vez más, nunca se sabe cuando vas a conseguir la verdadera felicidad. Nosotros los humanos somos entes musicales, lo llevamos en el código genético, y estoy convencido que las personas que sienten cierto desdén por la música deben tener alguna mutación en el gen de la música. Siempre habrá una canción que te recuerde una situación, una persona, una época o simplemente, te haga sonreír cada vez que la escuches sin razón aparente.
La música se ha convertido en la forma en como expreso de forma muy escueta lo que siento. Soy incapaz de tocar un instrumento (Más por flojera que por inhabilidad) pero siempre me he dicho que aprenderé lo básico del piano para tocarle alguna composición a mi pareja el día que llegué a tenerla. Por que seguramente la tendré.
Ahora escucho este tema en su versión de 1935, y solo puedo recordar con cierto cariño la persona que fui, y la persona que soy, y como por una cabeza, cambie lo suficiente; probablemente ella me olvide, ¿para que vivir? Para encontrar a quien me acompañe a perderme mil veces la vida seguramente.
They invented hugs to let people know you love them without saying anything
Bil Keane