Había una vez una deidad, de la que solo se hablaba en la mitología, se decía que era hermosa como el amanecer, y brillante como el atardecer, que la noche era el reflejo de su cabello negro y las estrellas pequeños reflejos que adornaban su cabeza con el manto de las Hespérides. Sus ojos un color intenso, Hazel en inglés, o ámbar, y su piel tostada por el sol, a un canela casi perfecto, una deidad mitológica.
Pero quizás lo más importante no es su avatar físico corpóreo que camina entre nosotros en este mundo, es su efecto sobre cada una de las almas que toca. En el pasado, hace mucho tiempo, Perséfone me encantó con su andar ligero y su sonrisa sincera, un paseo en septiembre, por el cielo oscuro con pocas estrellas, mientras una fina neblina envolvía a su avatar, ocultando levemente su aura real.
Pero Perséfone es más que la simple reina del inframundo que pasea en su carroza una vez cada cierto tiempo, no, es el dinamo que energiza, es la estrella que guía, es la primavera que cubre el invierno y lo reemplaza con su verdor, es el cielo una noche de octubre con solo el brillo de las novas en el horizonte.
Feliz Día de Perséfone.
Love isn’t something you find. Love is something that finds you
Loretta Young
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