“Aunque camine por el valle de la sombra de la muerte no temeré mal alguno”
Todos los años nos dedicamos a ver el año que fue, lo que hicimos, lo que dejamos de hacer, los errores y aciertos, todos los aprendizajes, lo que nos hizo daño, las personas que llegaron y se fueron; un resumen violento en pocas líneas de lo que fue, lo que es, o lo que pudo haber sido y no fue.
Por otro lado, tenemos los que hacen el resumen en un adjetivo o sustantivo, y se preparan para el futuro, aconsejando a todos del cómo deben manejar el año que empieza, paciencia, perseverancia, recoger los frutos de nuestro esfuerzo, y no esconderse ni inmutarse al tener esas pequeñas victorias.
Son estos momentos de grave reflexión donde nos damos cuenta de que el tiempo es relativo y furtivo, que avanza sin esperar a nada ni a nadie, que no podemos evitarlo, que solo podemos aceptar su paso y hacer lo mejor que podamos con lo que se nos ha dado.
Celebrar que termina un año, una vuelta al sol, marcarlo de alguna manera efímera para entender el cómo avanzamos, el atrevimiento de medir algo indetenible e infinito, es de admirar. Somos quizás los únicos animales obsesionados con medir virtualmente el paso del tiempo (que no entendemos realmente, así como tampoco entendemos la gravedad); hemos tenido cualquier cantidad de calendarios, los antediluvianos medían en cada cosecha antes de invierno, nosotros medimos de manera arbitraria por que estudiamos física y sabemos que le damos una vuelta al sol en 365 días con un margen de error y sobre corrección de 1 día cada 4 años.
Estamos en una de las bisagras históricas de nuestra historia, el advenimiento del internet, la liberación femenina, la revolución industrial, la revolución de la información, el acceso a esta última, la igualdad social, la erradicación de las enfermedades, llegamos al 2020, pensando en que tendríamos automóviles voladores, que viviríamos de la energía solar, que habríamos controlado nuestro crecimiento poblacional, todas estas cosas que soñaron los del siglo pasado que haríamos. Colonización de planetas, conquista de la galaxia, encontrarnos y darnos cuenta que no estamos solos en el universo si no que hay vida más allá de la Tierra, y que en algún lugar del universo, el Voyager I y II junto con New Horizons continúan su viaje astral hasta que alguien (o algo) los consiga.
Y sin embargo el 2020 empieza con tantas crisis y problemas que sería imposible enumerarlas todas. Siendo la más grave de ella el cambio climático que amenaza con cocinarnos vivos en el más grandioso horno natural jamás creado. La extinción de muchas especies, bosques en llamas, la minería ilegal en América, la deforestación no planificada o planificada. Acabamos con todos los recursos de nuestra pequeña canica azul; a nivel regional de América Latina, la violencia desmesurada en México, el éxodo bíblico de Venezuela, la economía roída de la República de La Argentina, la expansión del comunismo, protestas por todas partes, la adaptación de la iglesia católica a estos tiempos y la consecuente persecución a sus sacerdotes pederastas y la mancha que deja en el registro histórico de la institución eclesiástica. La división social y los tiroteos en masa de los Estados Unidos de Norte América (aunque pareciera que ya no hacen honor a su nombre e historia), los asesinatos y la violencia contra las mujeres en toda América, y una ristra de problemas más pequeños pero que sumados pareciera que el apocalipsis está a punto de empezar, y las predicciones de Fátima se hacen realidad cada segundo que pasa con la sola excepción de los tres días de oscuridad.
Si usted tiene algo que celebrar, o puede llamar a los suyos, o verlos un ratico. Si hay algo por lo que brindar, por más insignificante que sea. Si quiere bailar, saltar, lanzarse una borrachera mitológica, borrarse hasta no saber ni como se llama, o hablar como Jabba The Hut, si quiere quedarse en su casa leyendo, o tomando una copa de vino en silencio, o viendo televisión. Si quiere irse a dormir. Si quiere comer hamburguesas de McDonald’s como cena de año nuevo.
Hágalo. Baile. Coma, Duerma. Que la opinión de nadie los detenga. No se afanen por que el año que viene, porque el año que viene trae su propio afán, como decía el Cristo, Jesús de Nazareth circa 30 e.c.
Por último y ya para cerrar esta idea, este año para mí ha sido de tantos altibajos, y siento que he vivido unas 3 vidas comprimidas al vacío, el fin de una relación que me contaminaba la sangre y el aire que respiraba, escapé de una ciudad que estaba empecinada en acabar con mi vida, salí de un empleo que tenía la mitad del trabajo de la ciudad hecho, me mudé a 300 kilómetros de distancia (y 1000 metros de altura más cerca del mar), conseguí la persona más bonita del mundo para mi (sin buscarla), un empleo que me llena como ser pensante, consciente y autónomo, (bueno, realmente el empleo me consiguió a mi) una casa en una montaña, tal cual como la soñé. Tengo mucho que agradecer, mucho que escribir de mi aprendizaje en estas horas trémulas mientras el sol indiferente se mueve por el cenit de su dominio en la creación, sin importar lo que ocurra en la distancia.
Mi mamá, desde que tengo uso de razón y mi memoria funciona desde los 4 años de vida, ha pronunciado una frase, cada vez que algo falla, o nada sale como es esperado, cada vez que me lleno de decepción o desespero. Me parece una buena manera de cerrar el 2019, y empezar el 2020 dañando todos los cheques, formularios y cuadernos que tengamos con el año que acabó:
“Hay más tiempo que vida”
Y sí, todo pasa.
I seldom end up where I wanted to go, but almost always end up where I need to be
Douglas Adams