Hoy desperté como todos los días a 2000 kilómetros de distancia del sitio donde tomé aire por primera vez, con un sol radiante en la altiplanicie cundiboyacense (cosa atípica); llegan anuncios desde el valle donde crecí, teorías del absurdo de un estado de gobierno fallido, números irrisorios que somos incapaces de incluir en una oración de conversación corriente sin sonar como eruditos del superlativismo astrológico.
Me cuesta entender lo que sucede, al escapar de la irrealidad de Venezuela y entrar en un lugar más normal, en itálicas y comillas, donde el dólar tiene 20 años que no se mueve. Y me cuesta entenderlo no porque mi habilidad matemática sea insuficiente (aunque pensándolo bien, probablemente lo sea) sino más bien por lo irracional que suena todo en la distancia. Los anuncios parecen sacados de un libro de terror de Stephen King o de William Peter Blatty, o si queremos ser más regionalistas: de Gabriel García Márquez y su realismo mágico, probablemente ni Melquiades ni los Buendía habrían podido crear algo que escape tanto el sentido común como estos goberneros de cartón húmedo.
Les puedo asegurar, a todos ustedes mis queridos amigos invisibles -como rezaba Arturo Uslar Pietri- que ninguna de estas medidas escatológicas, por irreales, ilógicas, irracionales y reaccionarias que parezcan, son al azar o improvisadas. Tomemos la historia de nuestro planeta más o menos moderna en consideración. La Unión Social Soviética Rusia sobrevivió 70 años con medidas parecidas hasta que la nación colapsó bajo su propio peso. La República Popular de la Gente de China, sobrevivió una de las hambrunas más grandes de nuestra historia bajo el mandato de Mao, con más de 20 millones de muertos, por más de 30 años. Cuba ha sido prisionera de un comunismo férreo la mayor parte del siglo pasado y todo el siglo en curso, Korea del Norte sigue detenida en 1980 o antes probablemente, con la creencia que el líder del país es la segunda venida de Cristo So to speak, todas estas medidas siguen el libreto comunista al pie de la letra. Nada es improvisado. Nada es selección natural ni mutación. Todo tiene una razón, aunque seamos incapaces de verlas en el presente, abrumados por tener que conseguir calculadoras científicas para comprar un pedazo de pan.
Según el libro comunista, el siguiente paso es estatizar absolutamente todo lo estatizable acabando la industria y empresa privada y pasando todo a manos del gobierno. De ser así, es básicamente el último paso, históricamente, antes de que el gobierno colapse una vez todo el país se haya detenido por completo. Falta un paso más, nadie ha logrado implementarlo (es matemáticamente imposible y ha sido demostrado de forma reiterada durante los últimos 200 años) y ese paso es que todo funcione y que haya igualdad de derechos, y prolifere la prosperidad bajo el control de El gran Hermano.
Entre hambrunas, suicidios masivos, éxodos masivos, presos políticos, genocidio de estado, genocidio social, implosión de la economía; muerta la libertad de expresión, escasez de todo lo imaginable, lo que sucede en Venezuela, desde la falta de servicios básicos para la vida (electricidad, agua potable, gas e internet en estos tiempos modernos) hasta el teatro del absurdo aunado con el narcotráfico y la violencia que corren rampantes son una descripción de libreto para el comunismo que soñó Marx.
Si de algo podemos estar seguros, es que ningún estado comunista es capaz de sostenerse después de colapsar de esta manera, y ninguno revive después de llegar a este extremo. Aunque tarde décadas, hoy contamos 20 años de erosión, no sabemos cuánto más durará. Quizá 1 semana, quizá 20 años más.
Es el principio de la Caída de la República.
comments powered by DisqusKnowing trees, I understand the meaning of patience. Knowing grass, I can appreciate persistence
Hal Borland