Tiempos Dracónicos

Estrella Gigante Roja

El sol devorado por las colinas de la cordillera del norte, bastión impenetrable contra el mar, jugaba con los colores del cielo al atardecer, pintandolo de rosas tenues, amarillos y azules oscuros, pocas estrellas se asomaban tímidamente al ocaso, creando el manto celestial para el paso nocturno de Perséfone en su carruaje lunar.

La brisa fresca de la noche trae consigo el aroma de su piel, una fragancia suave y femenina, que nubla los sentidos y entumece los pensamientos. La sigo sin saber a donde voy, sin que me importe demasiado tampoco, simplemente la sigo, hasta encontrarla y quedarme atrapado en su gravedad. Intento escapar pero no tiene sentido, su atracción gravitatoria es más de lo que puedo controlar con mis fuerzas, me dejo llevar y caigo en su órbita, alrededor de sus curvas perfectas, el punto más alto, una corona de cabello negro que irradia energía en todas las direcciones, que fluye como un manantial en calma, que atrapa, que domina, que hipnotiza, que encanta y no te deja escapar.

Son sus ojos oscuros, como una estrella roja, profundos laberintos para perderse y nunca conseguir mi camino de vuelta, la situación perfecta. Alrededor de esa estrella, atrapado en su órbita, sin posibilidad de salir y menos ganas de intentarlo. En una danza sideral a su alrededor, giro admirando su geografía, cada estela de fuego que quema mi alma, y la luz infinita que rodea mi ser. Algún día quizás, me logre convertir en una estrella que gire a su alrededor y seamos un sistema binario, dos estrellas gigantes que bailan en el centro del universo conocido.

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