Tiempos Dracónicos

Ella, El Sol

La mañana avanza lentamente sobre el horizonte, llenando todo de luz y color, y esa calidez que tienen las mañanas en el trópico, que no se decide si octubre debe ser caluroso o frío, y las horas ambiguas buscan su cause bailando entre los diales de los termómetros de la ciudad, una danza exótica que nos hace desear que se decidieran hacia que lado van a inclinarse. La ciudad impasible bajo el cielo azul, empieza su atareada rutina, los miles de autos en su cacofonía indomable abarrotan las vías mal planificadas de estos pequeños 500 kilómetros cuadrados, que todos los días pareciera que se encoge más y más, dejando menos espacio por donde transitar.

Ella, El Sol.

Las grietas en las calles cada día más variadas y graves ¿cómo recordarlas todas si se mueven como por arte de magia? Sitios donde el concreto dió paso a las raíces de los árboles, y la naturaleza domina todo lo que le rodea de forma inequívoca y lenta, en su pesado y paciente andar por las esquinas de los relojes, no existe otra fuerza más inclemente que la de la naturaleza potenciada por el tiempo. La naturaleza sabia, siempre sabe como y donde atacar, por más que intentemos exterminarla de forma permanente de nuestro planeta. Pero el verdor de las hojas desatendidas siempre se sobre impondrá al acero colado, el óxido siempre vence hasta las más limpias de las aleaciones, es inevitable.

Ella, El Sol.

Finalmente abro los ojos, el astro solar está en la parte más alta de la bóveda celeste, que palidece ante su brillo incandescente, mientras todas las personas buscan la sombra a este calor desquiciante que abraza las calles y los techos. La temperatura sube a medida que el sol avanza en su lento paseo, esa humedad que te hace sudar el agua que no tienes en tus células, y te entorpece los movimientos y los pensamientos. ¿Cuándo bajará el sol? Deseas una nube que cubra tu cabeza por un rato, y dejarte pensar aunque sea un minuto sin que la alta de temperatura afecte tu juicio.

Ella, Mi Sol.