Tiempos Dracónicos

Domingo

¿Qué es un domingo?

Domingo es el séptimo (o el primer) día de la semana, es el día que Dios eligió para descansar, y es el día que todo está cerrado ¡Qué día tan inútil! Empezando con que te levantas y pareciera que hasta al reloj le da flojera avanzar, lo miras y a veces, solo a veces, se devuelven las manecillas. A veces la alarma suena porque se te olvidó desconectarla. A veces te despierta la misa que pasan los domingos por TV (por que se te olvidó apagarla) y a veces te despiertan los terremotos que viven en el piso de arriba (que si vives en edificio me entiendes, si has vivido toda tu vida en casa no entenderás jamás lo que se siente vivir con la falla de Las Marianas en el techo)

En un domingo hasta el agua sale cansada por las griferías, el día se arrastra lentamente en su barriga como una sierpe que no le ha dado el sol en una semana. Abres la nevera y todo te da un aburrimiento pegajoso, mueves las jarras y los distintos potes esperando conseguir un pedazo de pizza que alguien dejó olvidado pero solo hay vegetales y cosas saludables. Y un domingo en la mañana lo que menos te interesa es comerte una ensalada con una tortilla de maíz dietético.

Miras en los contenedores herméticos y rezas porque alguien se le haya ocurrido hacer masa para una arepa y que haya sobrado una pelotica (quien quita, a ti siempre te falla la medida) pero nada, consigues los potes del almuerzo de la semana, nada te provoca y no hay una mejor idea en tu cabeza que salir a buscar algo.

Son las 10:00 de la mañana, te pones lo primero que consigues te medio peinas la maraña de pelo, lavas los dientes y sales como alma que lleva el diablo, famélico y con ganas de aceite refrito. Mientas más refrito mejor. Caminas media cuadra y el habitual olor a grasa quemada no afina tus sentidos, más bien el aire está demasiado limpio, demasiado sano como para ser un domingo en la mañana. Varias personas caminan a tu alrededor, algunos haciendo ejercicio, otros deambulando tan a la deriva como tu. Llegas a la esquina y no ves el típico tarantín con el toldito azul que todos los domingos religiosamente se para en la esquina de la urbanización. Ves a una vecina con su ropa sport de un rosado fosforescente la saludas y le preguntas si sabe que ha pasado

“¡Ay mijo!” te contesta doña Marta, “La señora Carmen no vino hoy por que al parecer hubo un estrellamiento en la autopista y no hay paso pa ca” le sonries y le dices que cosas, que terrible, así no se puede vivir, mientras piensas rápidamente como solucionar tu llamado natural a desayunar. Haces una lista rápida y breve de sitios a los que puedes llegar sin tener que mover el carro o agarrar un autobús y solo hay dos posibles soluciones, los chinos del centro comercial (¿De verdad? ¿Chinos? ¿A las 10 de la mañana? bueno.. podría pensarlo…) y la panadería del automercado. Decides ir por algo que no te vaya a noquear el resto del día y a por la panadería del automercado y así aprovechas y consigues algo para picar el resto de la tarde.

Caminas un par de cuadras y cuando llegas al automercado hay una fila enorme en la entrada, al parecer hay un concurso para madres deportistas y todas las mamás con sus crías decidieron pararse temprano para inscribirse. Esquivas como puedes la multitud y llegas al mostrador de la panadería, empiezas a saborear los pastelitos de hojaldre rellenos de queso crema y tocineta – por algún lado había que cubrir a la señora Carmen- quizás un refresco/gaseosa bien azucarada, y un dulce de cualquier tipo. Cualquier cosa que no haya que devolverse a mover un dedo. Abres los ojos de par en par al ver los mostradores completamente vacíos, ni las migajas sobrevivieron al enjambre de pequeñas personitas con sus madres.

Derrotado y con hambre deambulas por los pasillos del automercado, tomando chucherías de los estantes, pagas y te devuelves con un cargamento de papas fritas, platanitos, galletas, y por lo menos 4 litros del refresco de cola preferido y dos de jugos naturales pasteurizados (alguna cosa buena tienes que llevar)

Entras a casa vuelves a abrir la nevera y sigues escaneando las bandejas por algún rastro de algo que te alegre la mañana, cuando un rayo de inspiración divina te hace abrir el congelador, y ahí, como mandados por Dios mismo, un paquete sin abrir de salchichas picantes y masitas precocidas de maíz para hacer empanadas. Jackpot.

Sacas las masitas, descongelas tres salchichas y te dispones a cocinar cuando tu esposa se levanta, se sienta en el mesón de la cocina y suspira más dormida que despierta “La señora Carmen no vino hoy ¿verdad? eso o el mundo se va a acabar y la despensa está vacía para que tu estés cocinando algo tan simple. Ah. y yo quiero. Y me haces un revoltillo me haces el favor” se levanta de la mesa abre uno de los jugos de frutas, te besa en la mejilla y sonríes. La única cosa que te pasa por la mente sale directamente de tus pensamientos y se hace verbo:

“Quiero que sepas que te amo con toda mi alma, primero. Y segundo ¡que domingo tan domingo este!”

comments powered by Disqus