Érase una vez en febrero de 1908 en Chicago, Estados Unidos de América, se reunieron unas 15.000 mujeres para protestar por las condiciones terribles en las que trabajaban en la industria textil. Consecuencia de una huelga, reclamaban mejores salarios, días de trabajos con menos horas y el derecho a votar.
Sí, en 1908 las mujeres no votaban, no opinaban y básicamente heredamos de alguna u otra manera la cultura misógina en la que son consideradas un centro de mesa encargadas de cuidar la casa y los niños. En era pasadas, habían sido relegadas a las artes, en algunos puntos de nuestra historia como durante la revolución francesa, marcharon todos (hombres y mujeres) con el lema que le daría la vuelta nuestra sociedad moderna: libertad, igualdad y fraternidad. Sin embargo, esto no incluía a las mujeres, quienes no eran tomadas en consideración.
En 1909 se aprobó el día internacional de la mujer trabajadora, con marchas y protestas en Dinamarca, Alemania, Suiza y Austria.
Una semana después, un incendio en una fabrica de camisas en E.E.U.U (Triangle Shirtwaist) acabó con la vida de 146 personas, mayormente mujeres jóvenes inmigrantes en la ciudad de New York.
Esto inspiró muchos cambios en las condiciones de trabajo industriales, y este incidente ha pasado a la memoria como parte del día de la mujer; en el principio de los tiempos este día estaba conectado con sus derechos de trabajo.
Desde entonces el día se ha utilizado mayormente para representar y protestar: en febrero de 1913 se hizo el primer día de la mujer en Rusia, en 1914 con la erupción de la primera guerra mundial muchas mujeres protestaron en contra de la guerra, el 23 de febrero de 1917 (8 de marzo para nosotros en el hemisferio oeste) las mujeres rusas organizaron una huelga, parte de los eventos que llevaron a que el Czar fuera extraído del poder.
Las Naciones Unidas hicieron este día oficial en 1977 con el lema: “para reflexionar en el progreso y celebrar los actos de coraje y determinación realizados por mujeres ordinarias que han representado un rol extraordinario en la historia de los derechos de la mujer.”
Podríamos pensar que en este mundo hiperconectado, dónde nos podemos enterar de cualquier cosa que suceda en cualquier zona horaria a cualquier hora del día con un retraso de solo segundos, tendríamos un mundo igualitario donde todos sin importar credo, género o color tendríamos las mismas oportunidades y derechos; la herencia retrógrada aún permanece en algunos lugares y algunas culturas, sin importar si eres hombre, mujer o te identificas de manera no tradicional, aún hay personas que tienen la firme creencia que una mujer es un objeto a utilizar y tratan al mundo acorde a su Pepe Grillo personal, hay mujeres que son machistas con el resto de las personas que las rodean, porque así han sido educadas generación tras generación.
Hasta el 2015, Arabia Saudita era el único país donde las mujeres no podían votar (solo resta un último país, Ciudad Vaticano, donde es imposible que suceda, está prohibido gracias a la doctrina religiosa donde una mujer no puede ser cardenal ni elegida para posiciones ejecutivas ni legislativas). Adicionalmente en el país árabe, para el 2017 las mujeres ya no tenían que pedir consentimiento a sus guardianes -marido, padre, hermano, tío- para educarse o tener asistencia médica. Aún así siguen teniendo restricciones en público y todavía no se les permite tomar decisiones de ningún tipo sin permiso masculino.
Estamos en un mundo totalmente diferente al mundo de la Belle Époque, de las invenciones, estamos en un mundo con el acceso a la mayor red de información conocida por la humanidad. Lo menos que podríamos hacer es equilibrar la balanza y que todos podamos aspirar a las mismas condiciones laborales y sociales alrededor del planeta. Que una mujer pueda aspirar a tener un salario acorde a su conocimiento, libertad de expresión, que pueda moverse libremente por el territorio en el que nació sin temor, que no deba cubrirse el rostro con un velo, o que no pueda vestir como más cómoda se sienta por temor a ser agredida, que pueda aspirar a cualquier cargo sin ser discriminada.
Nuestra cultura tiene que cambiar y adaptarse al presente, es la única manera de cambiar al mundo.
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Henry Van Dyke