El calor abrasador del caribe te da la bienvenida a esta ciudad dominada por la bahía de azules infinitos, la brisa marina, fresca a veces, otras cálida, acaricia la piel y trae consigo ese olor tan peculiar del salitre y la arena blanca mientras el sol viaja a través del firmamento, celeste y despejado, un día soleado cualquiera en la costa atlántica colombiana.
La estrella principal se eleva avanzando la mañana, calentando los adoquines de las calles antiguas desde la fundación de la ciudad en 1533, las murallas que la protegen desde 1543,y que su construcción tardó más de dos siglos se convierten en un faro enceguecedor al reflejar la luz matutina. Estas murallas de piedra, cal y arena (Y según la leyenda la sangre de esclavos e infieles) poseen una historia trágica y muy costosa. Dice la anécdota que en algún momento se le requirió a Felipe II más recursos monetarios para continuar el levantamiento de las fortificaciones de la ciudad a lo cual el monarca salió a los balcones del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, y colocado su mano sobre sus ojos exclamó —¡En donde se alzan que no las veo!—. La construcción tomó más de 50.000 pesos oro e innumerables vidas de esclavos.
Caminar por las calles de Cartagena es transportarte 400 años al pasado, las casas antiguas se mantienen con sus fachadas originales, las cuales han sido restauradas continuamente desde el 2005 cuando la alcaldía lanzó el concurso de Cartagena histórica, premiando la fachada mejor conservada del casco histórico de la ciudad. Los balcones de madera, los grandes ventanales de la era de la colonia, las puertas de madera tachonada, todos los elementos externos (y algunos internos) han sido restauradas, devolviéndole ese brillo que solamente se podía apreciar en las obras de los pintores neogranadinos. Entre estas casas destacan algunas con sus placas de victoria año tras año, irónicamente, la ganadora del 2011 fue la casa que ocupó Francis Drake, pirata inglés que secuestró la ciudad en 1586 y la ocupó (y saqueó destruyendo iglesias y todo lo que conseguía a su paso) por 48 días.
Las adoquines polvorientos nos llevan a distintos sitios en la ciudad, cafés, restaurantes improvisados en algunas casas no tan antiguas, almacenes de diseñadores de moda, Carolina Herrera, Mario Hernández, Gucci, Guess; un matrimonio entre la moda del presente y la estructura colonial de la conquista. La ciudad antigua no posee tráfico, hace unos años la gobernación de Bolívar al recibir su placa de patrimonio histórico de la humanidad por parte de Unesco, cerró las calles adyacentes para que los turistas pudieran transitar de forma libre sin preocuparse por esquivar automóviles en las estrechas calles de piedra.
Cerca de la catedral se levanta uno de los monumentos históricos más emblemáticos de la ciudad, el palacio de la suprema inquisición, local que funcionó el tribunal del santo oficio con jurisdicción sobre un extenso territorio desde el nuevo reino de granada y centro América hasta Santo Domingo. Este tribunal se encargaba de perseguir brujas, moros y judíos por igual. Famoso por su crueldad, hoy día es un lúgubre museo que explica las diferentes formas en las que la iglesia católica torturaba a quienes eran juzgados, y como museo, tiene las diferentes máquinas y cámaras en exposición permanente con una explicación bastante detallada de cómo funcionaba cada uno de los dispositivos.
Una galería de terror de piezas oxidadas y corroídas por la sangre de sus víctimas, cada pasillo tiene en el aire aún el eco de los gritos de los condenados. Solo unas pocas se mantienen en mantenimiento permanente para demostración de los turistas. Una de estas máquinas es la gota de agua, donde colocan al condenado en una recámara muy reducida apenas con espacio, de piedra caliza, de la cual se desliza una gota de agua que cae sobre la cabeza constantemente. Al ejecutado se le dejaba en este habitáculo por días hasta que confesara, enloqueciera o muriera de inanición. Adicionalmente los grandes salones donde se reunían los obispos y demás miembros del clero son utilizados por el gobierno central para citar a presidentes de otras naciones. Aún me pregunto si es una suerte de método de intimidación o simplemente es una coincidencia de uso.
I seldom end up where I wanted to go, but almost always end up where I need to be
Douglas Adams
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