Tiempos Dracónicos

Azul Nro 1

Tiene la gracia de una halcón peregrino al cazar, rápida como un relámpago, precisa como un láser, depredador perfecto, no la ves hasta que es demasiado tarde y no hay escapatoria. Quizás sea la trenza azul en su cabello, un reflejo de la luna en plena luz del día. Quizá sean sus pecas que distraen sin poderlo controlar. Quizás sea como dice Mario: estar jodido y radiante.

Es la noche que se hace eterna antes que amanezca y volver a escuchar las vibraciones que su voz genera al acariciar el aire. Es la mañana infinita que estira los minutos antes de volverla a ver. Es el tiempo que se hace tan relativo como Albert imaginó en sus sueños más salvajes.

Caminando por el concreto agrietado de la ciudad, los sonidos parecen distantes a pesar de rodearme de forma estruendosa. Es imposible escapar de la cacofonía de la ciudad, de su rabia y caos natural, de la velocidad con la que consume la alegría con su simple existencia. Ella crea una esfera de distracción donde todo simplemente pasa alrededor sin afectar demasiado.

Una taza de porcelana con café humeante, el aroma llena cada rincón de la habitación mientras lo compartimos en silencio. Las palabras están demás, pero no dejan de danzar a nuestro alrededor, sin mucho sentido, ni profundidad, comunicación funcional que reemplaza los besos cálidos antes de descender en la inconsciencia de la cercanía.

A veces se eriza. A veces se molesta. A veces muerde. A veces es rabia y fuego. A veces es amor personificado. A veces es dulce. Y a veces solo es.

La verdad es que ocupa más espacio que la sangre que fluye por mi corazón. Es lo primero que pienso al despertar y lo último antes de caer en la inconsciencia nocturna.

Así que miro la oscuridad mientras espero que el sueño atrape mi alma, como me atrapa ella cada vez que me mira a los ojos.

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